8
Me despierto en cuanto los primeros rayos de sol de la mañana
asoman por la pequeña ventana de la cueva. He cogido esa costumbre, y soy
incapaz de no seguirla.
Me lavo la cara con el agua fría que dejé anoche en el cubo
de madera, preparándome para otro largo día. Llevamos ya cuatro jornadas
entrenando nuestros movimientos con Dárius, y al menos da la sensación de que
vamos mejorando. Ya completo muchos de los circuitos que él prepara sin
problemas, mientras que Jennifer tiene que esforzarse al máximo para seguir
aprendiendo. Aunque lo realmente difícil para los dos comienza hoy.
Digamos que hemos conseguido subir de nivel. Ya no
practicaremos más nuestros movimientos de manera general, sino que ahora los
aplicaremos al combate con armas. Tengo entendido que nos meterán dentro de un
pequeño grupo, junto con otros chicos y chicas que buscan también el título de
soldado de La Revolución. No sabemos quiénes son, pero al menos nos han
asegurado que estarán a nuestro mismo nivel.
Tengo ganas de empezar, supongo que debido a que nunca he
sido entrenado en esto y quiero saber defenderme, sobre todo si quiero ir a la
Zona 5 a por Debby. No me gustan las armas, pero las circunstancias han dado un
vuelco en el que no puedo mantenerme con vida si no sé manejar una.
Es curioso lo rápido que pasa el tiempo y lo poco que nos ha
costado adaptarnos a todo esto. Hace menos de lo que yo mismo creía me negaba a
participar en todo esto, pero ahora no consigo mentalizarme de qué habría sido
de mi vida si no nos hubieran encontrado. Participamos en todos los eventos de
la ciudad, hablamos con la gente y vivimos como una parte más de esta organización.
Cuando me paro a pensarlo siempre saco una pequeña sonrisa: ellos nos salvaron
la vida, y pretenden cambiar la del mundo entero.
- Guille – llama Alicia desde fuera. - ¿Estás listo?
- Ya voy – respondo. Cojo mis guantes y salgo por la puerta.
- ¿Preparado para tus nuevos entrenamientos?
- Eso creo – intento convencerme. - ¿Y Jennifer?
- Se marchó hace unos minutos. Quería ir sola un poco antes
para empezar a calentar.
- ¿Sabes quién estará en el grupo?
- Creo que a penas dos chicos, una chica y nosotros.
- ¿Nosotros? ¿A caso tú entrenas también?
- Si – responde ella dándome un codazo. – Somos el grupo que
rescatará a Debby. Algunos saben ya usar armas, así que más bien están aquí
para ayudar a los demás, pero yo por ejemplo nunca he usado cuchillos ni nada
por el estilo.
- ¿Por qué no?
- Nunca pasé la Iniciación. Para mis misiones no era
necesario. Supongo que el estar aquí desde hace tanto tiempo es lo que tiene. Y…bueno…mi
misión ahora sois vosotros.
- Pero hay algo que todavía no entiendo. El Líder me aseguró
que emplearía a su mejor equipo para entrar en la Zona 5. Todos nosotros somos
novatos.
- El Líder considera que todo soldado es válido, pero para
este trabajo el perfil debe ser gente joven, de nuestra edad. Como vosotros
dijisteis antes de pasar la frontera: nadie sospechará de nosotros.
- Tenéis que dejar de espiar a la gente – bromeo. – No es
divertido.
- Bueno…realmente solo te vigilábamos – ríe. – Date prisa.
Nos esperan.
Aceleramos el paso, atravesando todas las casas de madera,
sin embargo, antes de llegar a la zona donde siempre entrenábamos la escalada,
nos desviamos por otro de los senderos, hasta llegar a una gran explanada.
El lugar me hace abrir los ojos. Puede parecer una simple
explanada de tierra, pero el movimiento de los altos árboles que la rodean,
quizá la hipnosis de poder ver los rayos de sol luchando por atravesar las
hojas, hacen que no pueda dejar de mirar lo que tengo delante. Solo despierto
cuando Jennifer se acerca a mí, susurrando algo que no acabo de escuchar.
- ¿Cómo dices? – digo, intentando que repita sus palabras.
- ¿Dónde te habías metido?
- He venido andando. Ni si quiera llego tarde.
- Me refiero a anoche.
- Salí a dar un paseo. No podía dormir. Fui al lago.
Es cierto que ayer por la noche no conseguí conciliar el
sueño hasta altas horas de la madrugada. Tuve que salir a que me diera el aire.
No podía dejar de pensar en mi hermana y en lo que estará pasando. Ella
desconoce todo esto. No creo que Pit le haya dicho nada, aunque lo prefiero. A
pesar de todo, no sabía que Jennifer me buscaba. De todas formas nadie me vio,
y si hubiese sido así no habría habido problema.
- ¿Sabes en el lío que te podrías haber metido? Si alguien
hubiese entrado en tu habitación y hubiese visto que no estabas, habrían
enviado todo un ejercito a buscarte.
- ¿A qué tanto drama? No ocurrió nada – trato de
tranquilizarla.
- Me preocupas, Guillermo. Creo que no te has percatado de lo
importante que eres para todas estas personas.
- Escúchame – la agarro suavemente de los hombros, haciendo
que me mire a los ojos. – Los dos somos importantes, y sabes que es así. Pero
necesitas relajarte un poco.
No me responde. Puedo notar que está nerviosa, quizá por las
lecciones de combate, aunque no debería. Solo da media vuelta y se aleja.
Últimamente no estamos tan unidos como antes. Supongo que la
situación juega un papel importante. Yo quiero estar más tiempo a solas,
pensando en mis cosas, en Debby, y ella prefiere quedarse hasta altas horas de
la noche entrenando. Hay veces incluso que nos cruzamos y ni si quiera nos
saludamos, pero siempre acabamos sentándonos en un banco y viendo el atardecer
los dos juntos.
No quiero que desaparezca de este modo de mi vida, y espero
que ella desee lo mismo. Siempre nos hemos necesitado, pero cuando te
encuentras en la situación en la que tu vida no corre peligro, dejas de
preocuparte de muchas cosas.
Camino hasta el centro de la explanada, donde otro de los
maestros nos espera para comenzar con las lecciones. No dejo de mirar a
Jennifer, que habla con un chico alto y robusto. Me es familiar. Ya he visto
antes ese pelo rubio y despeinado, pero no puedo recordar dónde.
- Todos los movimientos que habéis entrenado durante estos
últimos días solo han sido para llegar a este momento – habla el hombre. –
Combatir no solo es saber manejar un arma, sino saber usar todos los escenarios
contra vuestro enemigo. Pero de momento nos olvidaremos de eso. Hoy veremos qué
sois capaces de hacer combatiendo en un lugar donde estáis solos contra vuestro
contrincante.
A medida que va hablando, uno de sus ayudantes nos reparte un
largo palo de bambú. Esto va a ser lo que aprenderemos a manejar. Esto va a ser
nuestro a arma.
No me convence. No puedo hacer nada con algo así. Suponía que
nos enseñarían a disparar o a usar algún tipo de cuchillo y no un simple
báculo. Pero no tenemos otra opción.
- La mayoría de vosotros ya sabéis manejar armas, pero
tenemos dos nuevos reclutas – dice el maestro, mirándonos a Jennifer y a mí. –
Sin embargo, no deberían tener ningún problema. Al menos uno de ellos. ¿Verdad?
– me señala.
- Nunca he cogido un arma – contesto tímidamente.
- Pero eres el Elegido – ríe. – Deberías saber hacerlo.
No sé quién se ha creído que soy. Durante los entrenamientos
de escalada he sabido moverme porque mi padre consiguió sacar de mí las
habilidades. A pesar de todo, nunca intentó enseñarme combate. A lo mejor
realmente tenga grabados en el subconsciente todos esos datos, pero no sé como
hacerlos salir.
- Jennifer entrenará con Alicia. Tú lo harás con James –
dice, antes de dar media vuelta para dar comienzo al ejercicio.
En cuanto el chico se gira, veo sus ojos azules. Su rostro
cambia por completo cuando me mira, mostrando una sonrisa burlona. Su gesto es
totalmente distinto que cuando hablaba con Jennifer. Ahora ya no ríe, ni si
quiera trata de hablar, solo me mira de manera amenazante, recordándome de qué
le conozco.
Pertenecía a alguna de las bandas de la Zona 5, estoy seguro.
Me topé con él en una de mis misiones. Fue uno de sus ataques lo que me mantuvo
lesionado al menos dos meses, hará ya más de un año. Era de noche cuando todo
ocurrió. Yo simplemente debía llevar un mensaje a mi contacto, pero me adentré
en callejones dominados por esta gente. Conseguí defenderme, supongo que
gracias a las habilidades del Proyecto 2, pero no fue suficiente. Recuerdo que
me golpeó con una tubería de hierro en el brazo, partiéndomelo. Solo fue la
adrenalina lo que me ayudó a huir.
- Tú otra vez – dice James, deteniéndose delante de mí.
No es mucho más alto que yo, pero su aspecto es lo que me
incita a echarme para atrás. Aunque me obligo a mantenerme firme, sin hablar
para que no se me note el miedo en la voz.
- Ha pasado mucho tiempo desde aquella noche, ¿no crees? –
insiste, pero sigo sin responder.
Mantengo mi báculo entre las dos manos, preparándome en
posición de ataque, queriendo decirle al chico que estoy listo, que no quiero
hablar. James solo se encoge de hombros, imitando la posición de mis pies y de
mis manos. Únicamente comenzamos nuestro combate cuando el maestro da la
instrucción.
Mis ojos a penas son capaces de captar los movimientos del
báculo de James. Este se mueve tan rápido que casi ni se puede ver. Él debe ser
uno de los soldados que sabe manejar armas, y por alguna razón el maestro ha
pensado que yo puedo ser un rival para él. Ni si quiera voy a tener la
oportunidad de defenderme. Solo han transcurrido uno segundos cuando me lanza
su primer ataque.
Me encojo, tratando de cubrirme con los brazos, pero la punta
de su báculo me golpea en el estómago, haciéndome retroceder. Antes de que
pueda reaccionar, un segundo golpe me impacta en la cara, provocándome perder
el equilibrio y caer al suelo. Trato de levantarme, sin embargo no soy capaz de
hacerlo a la primera. Tengo que ayudarme del palo de bambú para sostenerme.
- Al menos ahora aguantas más que antes – vacila.
Cuando levanto la mirada, veo que todos los que deberían
estar entrenando nos están viendo. Algunos ríen, señalándome con el dedo,
mientras que otros solo abren los ojos sorprendidos. Entre esos últimos se
encuentran Jennifer y Alicia. ¿No es lo que esperaban? Saben que James es mejor
que todos ellos, pero quizá no esperaban que fuese mejor que yo. Deberían
saberlo.
A lo mejor es el hecho de no caer como un simple peón, pero
no quiero rendirme todavía, y menos aun contra él. Me limpio la sangre del
corte en el labio que me ha provocado su golpe y me preparo de nuevo,
mostrándole la punta de mi báculo a James. Él solo sonríe y vuelve al ataque.
No sabría decir por qué, pero a medida que voy recibiendo más
golpes y mi furia aumenta, consigo detener más ataques. Al menos siento que no
hago el ridículo si no me rindo. Es algo que aprendí durante mis misiones. Me
lo enseñó Pit. Si te rindes jamás sabrás hasta donde podrías haber llegado. Y
eso mismo pienso averiguar.
Consigo enfadarle cada vez que doy un paso lateral y me
aparto de la trayectoria de su báculo. Puedo notar como intenta soltar la rabia
que le producen los aplausos que recibo cuando salto por encima de él,
dejándole en ridículo. Quizá no sepa manejar el arma, pero sé lo suficiente
como para que no me pueda alcanzar.
- Es cierto lo que dicen. Aprendes rápido. De verdad el loco
de tu padre consiguió que el Proyecto 2 funcionara – resopla.
- No hables de cosas de las que no tienes ni idea – pero
ignora mis palabras.
- De todas formas no te servirá de nada. Tu hermana está
condenada. Todos los que estamos aquí sabemos que es imposible rescatarla.
Noto como algo me recorre todo el cuerpo. No es furia, es
algo que ya había experimentado hace tiempo, pero que nunca antes se había
repetido. Siento como me domina, como se apodera de mí hasta que me hace
estallar. Me controla. No soy yo el que mueve mis manos y mis piernas. Veo por
mis ojos como todo mi cuerpo se sincroniza para hacer movimientos con el báculo
que nunca antes podría haber imaginado.
James me mira horrorizado. Mis gritos, mi mirada, todo en mí
debe despertar miedo. Noto como le golpeo, sin embargo no siento ningún síntoma
de piedad. Es como si deseara acabar con él y mi mente cumpliese mis caprichos.
Mis golpes solo cesan cuando le reviento en la cara el largo trozo de bambú,
dejando al chico inconsciente en el suelo.
¿Qué me ha pasado? ¿Qué ha sido todo esto? No soy capaz de
dar respuesta, ni si quiera de explicarme por qué el maestro me sonríe,
mientras que el resto de chicos y chicas tratan de ayudar a James. ¿Por qué no
detuvo el combate? A caso se alegra de mi agresividad, de que haya conseguido
sacar todos esos movimientos de mi subconsciente? No puedo quedarme aquí, y
tampoco quiero. Doy media vuelta rápidamente, perdiéndome entre la masa de
árboles que rodea la explanada.
Corro sin parar, intentando huir de mi mismo. No quería
causarle tanto daño al chico, o al menos eso pienso ahora. En ese momento solo
quería matarle por lo que había dicho, y casi lo consigo. Seguramente me
expulsen de La Revolución por todo esto. Tendré que volver a la Zona 5 y el
Gobierno no tardará en encontrarme y matarme. Seguramente nos sigan buscando
por el atentado.
Llego a lo alto de una de las montañas. Me siento en el borde
del acantilado, tratando de tranquilizarme y mantener la respiración. Desde
aquí puedo ver como la pequeña ciudad sigue su curso normal, encerrada por una
masa de árboles que se pierden en el horizonte. Solo puedo distinguir a lo
lejos las ruinas de una ciudad.
- Eso de allí es la antigua ciudad de Madrid – oigo una voz a
mis espaldas. Es mi madre. Me sonríe, mientras que se sienta a mi lado. – En su
día fue la capital de España.
- Así que estamos en la península. Aquí nací yo – digo en voz
baja, sin dejar de mirar el horizonte.
- Eso es. Este lugar tiene un pequeño territorio que
pertenece a la Zona 5, que es donde vivíamos nosotros. Pero la gran mayoría es
parte de la Zona 4.
- Que es donde estamos ahora.
- Escucha. He venido porque me han informado de lo que ha
ocurrido – dice después de una pausa, cambiando de tono. – Sé que estás
asustado por todo lo que estás pasando.
- No tienes ni idea hasta que lo vives.
- Tu padre solo intentó darle la mejor oportunidad a tu vida.
- ¡Mi padre experimentó conmigo! – elevo la voz.
- Se aseguró de que no sufrirías daños. El Proyecto 1 fue un
fracaso. Él solo aceptó participar en el segundo si se aseguraba la integridad
del sujeto. Fabricó una máquina nueva. Un aparato que proyectara imágenes de
tal manera que el bebé al verlas las recordara para siempre. Por eso hoy has
vencido a James.
- Pero solo cuando estaba a punto de perder. Realmente no he
podido controlarlo.
- El subconsciente se activa en casos extremos. Al verte en
desventaja, con la adrenalina a tope y furioso, tu cerebro recordó todos esos
movimientos.
- Eso no me sirve para nada ahí fuera. ¿Qué pasará cuando
alguien me apunte con una pistola? No hay tiempo para hacer que mi cerebro
recuerde.
- Por eso estás aquí. La actuación de James ya estaba ensayada.
Él debía hacerte enfadar. Queríamos ver como reaccionabas, y te aseguro que te
has salido de las expectativas. Solo tenemos que hacer que lo controles.
Me quedo en silencio. No sé qué pensar. Ahora me siento peor
que antes. He enviado al hospital a un chico que se supone quería ayudarme.
Todo era un plan del que nadie tenía ni idea, solo para medir mi potencial.
- Tu padre creía en ti, Guillermo. Siempre dijo que
cambiarías el rumbo del mundo.
Con esas últimas palabra se levanta del suelo, me besa la
frente y se marcha, dejándome solo.
Vuelvo a la ciudad por el camino de tierra. Me cruzo con
gente que me mira mientras que hablan entre ellos, seguramente de lo ocurrido
con James. No me preocupo en absoluto de lo que puedan pensar, sea bueno o
malo. No era consciente de nada, por lo que no soy culpable. De todas formas ya
trató de matarme aquella noche, por lo que sigo desconfiando de él. Por mucho
que cambie una persona, nunca dejará atrás su pasado, por lo que sigo
convencido de que parte de su actuación de esta mañana no ha sido intencionada.
Oigo el ruido de un motor que se acerca por detrás a gran
velocidad. Es una camioneta, vieja y sucia, conducida por alguien que me llama.
No distingo a Alicia hasta que el vehículo se detiene a mi lado y ella abre la
puerta.
- Sube – me dice.
- ¿Para qué?
- Tu jornada de entrenamiento aun no ha acabado. Tenemos que
entrenar otras cosas. Sube.
No entiendo nada, pero realmente no me apetece volver a la
ciudad para que todo el mundo me mire de la manera en la que lo ha estado
haciendo, así que subo a la camioneta sin vacilar. Al menos Alicia no es como
las demás personas. Es como si ella supiese lo que estoy pasando, quizá porque
ella también participó en el Proyecto 2. Lo único que sé es que al menos me siento
cómodo a su lado.
- ¿A dónde vamos? – pregunto, al ver que salimos de la ciudad
y nos adentramos en una vieja autopista.
- Al lugar donde pusisteis la bomba – sonríe.
- ¡¿Cómo?! ¡Conseguirás que nos maten!
- De eso va el próximo entrenamiento. Debes conseguir que no
te maten.
- Todavía no domino mis habilidades. Tú has estado conmigo
esta mañana y has visto lo que ha ocurrido.
- Para esto no necesitas la fuerza, solo tu inteligencia.
Debes ser hábil, pero no llamar la atención.
- No lo comprendo.
- Cuando lleguemos sabrás de lo que hablo.
Me quedo unos segundos mirando el paisaje por la ventana.
Solo se pueden distinguir kilómetros de viejas carreteras que parecen no llevar
a ninguna parte. Nosotros circulamos por una de ellas a pesar de todo. Es un viaje
largo. No sabría decir cuánto tiempo llevamos en esta ruidosa camioneta, pero
me parece una eternidad. El sol se está poniendo y todavía no parece haber
señal de ningún lugar habitado por aquí. Al menos este momento me ayuda a
pensar y a ordenar las ideas. Sigo pensando en Jennifer y en James. ¿Fue el
verle con mi amiga lo que realmente me enfureció? Quiero pensar que no, pero
tampoco puedo afirmarlo.
- ¿Dónde está Jennifer? – pregunto. - ¿Por qué ella no ha
venido?
- Se quedó en el hospital esperando a que James se
despertara. El Líder cree que todavía no tiene el nivel suficiente como para
enfrentarse a este entrenamiento.
- Pero él me aseguró que pasaríamos juntos la Iniciación.
- Sí, pero ella necesita más formación, por eso está con
James. Él le ayudará a conseguir el nivel necesario.
Sinceramente no me lo esperaba. Solo he podido agachar la
cabeza y volver a mirar por la ventana. ¿Por qué James? ¿Por qué no yo? Supongo
que todavía no me he acostumbrado a mis nuevas habilidades, pero podría
hacerlo. No quiero que él pase más tiempo con ella. Hay algo que no me convence
en ese chico.
- ¿Estás bien? – me pregunta Alicia.
- Si. Es solo que…
- No es lo que te esperabas de todo esto, ¿verdad?
- No. Cuando escuchaba los rumores a cerca de las
organizaciones pensaba que sería genial formar parte de ellas, pero jamás creí
que fuese tan duro, y menos que mi hermana y Jennifer pudiesen estar
involucradas.
- ¿La quieres? A Jennifer me refiero.
- No. Bueno…no estoy seguro. Ella ha sido mi única amiga
durante todo este tiempo. Ha cuidado de mi hermana y de mí cuando era
necesario. Hemos pasado mucho tiempo juntos, pero nada más.
- Debe de ser duro lo que estás pasando.
- Ha venido todo de golpe, sin avisar. Aunque mi padre
consiguiese hacer funcionar en mí el Proyecto 2, sigo siendo una persona.
Necesito mi tiempo.
- Te entiendo, al menos en parte. Cuando cumplí los ocho años
empezaron a hacer pruebas conmigo, para tratar de averiguar si el Proyecto 2
había funcionado. Todos los días tenía una serie de ejercicios que trataban de
estimular mi subconsciente para hacer salir las habilidades.
- Pero cuando se cansaron te dejaron en paz. Ellos saben que
yo las poseo, y nunca descansarán hasta hacerlas aflorar todas.
- Si, eso es cierto. Por eso estamos aquí. Para que controles
cuanto antes tu mente – dice ella, mientras me acaricia el pelo. – Duerme un
poco si quieres. Aun queda un largo camino hasta la ciudad. Te despertaré
cuando lleguemos.
Noto unos ligeros golpecitos en el hombro que me hacen abrir
lentamente los ojos. Me cuesta enfocar en un comienzo las imágenes, pero poco a
poco distingo el rostro de Alicia que me llama. Hemos llegado a la ciudad.
Reconozco la calle principal por la que pasamos con la
camioneta. Aquí fue donde se produjo la explosión. Todavía se puede distinguir
en el suelo el boquete que dejó la bomba, aunque todo parece distinto sin la
luz del día. Hay contenedores ardiendo donde se calienta la gente, tratando de
prepararse para una larga noche. Incluso parece haber más personas en la calle
que en aquel momento.
Seguimos circulando. Nos adentramos por las innumerables
calles que forman los viejos edificios, tratando de esquivar a las bandas.
¿Cuál es el objetivo de venir hasta aquí? No consigo comprender nada. ¿Por qué
volvemos al lugar donde todo empezó? Si alguien consigue identificarme, me
capturarán y me entregarán al Gobierno a cambio de la recompensa.
- Hemos llegado – dice Alicia en cuanto nos adentramos en uno
de los pocos callejones en los que no hay nadie. – Ten. Ponte esto.
Me lanza una especie de ancha placa metálica, sujeta a una
tira de tela. Cuando la observo, veo tallado un símbolo en el metal. Es algo
que reconozco. Aquel día la gente que nos acorraló frente al ayuntamiento
llevaba algo parecido.
- ¿Qué es? – pregunto.
- Una identificación. Toda la gente de la Zona 4 lleva esto –
asegura, mientras que se acerca a mí y me ata con fuerza la placa al brazo. –
Eres demasiado conocido en este lugar como para no llevarla. Si te ven sin una
de estas te clasificarán como Traidor, y luego como el chico que causó el
atentado.
- ¡¿Piensas salir ahí fuera?! ¡¿Con todas esas personas
caminando por la calle principal?!
- Un buen soldado debe camuflarse entre la gente, pasando
inadvertido. No todo es luchar y escalar edificios. En nuestras misiones muchas
veces debemos entrar y salir de un lugar sin que se enteren de que hemos estado
allí.
- ¿Qué pretendes que haga?
- Vas a ir a
completar mi misión. La misión que no pude terminar por tu bomba.
0 comentarios:
Publicar un comentario