domingo, 30 de diciembre de 2012

Revolución - Capítulo 10


  

10


¿Qué es la Fase 2? ¿A caso mi padre no tuvo bastante introduciendo a presión en mí las habilidades? Al parecer no. Hay algo más. Algo que no puedo ver por mucho que me esfuerce. Debería preguntar simplemente, pero me cuesta hacerlo. Tengo miedo de la posible respuesta.
- ¿Cuántas Fases tiene el Proyecto 2?
- Solo dos, que nosotros sepamos – responde Alicia.
- ¿Y qué se supone que es la Fase 2 entonces?
- Tu padre consiguió introducir en ti una serie de habilidades imposibles de adquirir con entrenamientos. Habilidades sobrenaturales.
- Eso no es posible. No tengo ninguna de esas habilidades.
- Sí, sí que las tienes. ¿Recuerdas la pesadilla que tuviste hace unos días? Aquella en la recordaste el día en el que tus padres desaparecieron.
- ¿Cómo sabes tú eso?
- Me lo contó Jennifer, aunque eso ahora no es lo que importa.
- ¿Qué tiene que ver la pesadilla con todo esto?
- Es imposible tener una visión tan detallada de un recuerdo. Hay cosas que deberías haber olvidado, pero sin embargo las recordaste.
- Fue solo un sueño.
- ¿Y qué me dices de lo de hoy? ¿No has tenido ninguna sensación rara cuando huías? ¿Nada fuera de lo normal?
- Ahora que lo dices…sí hay cosas que no puedo explicar – digo, quedándome en silencio, pensando, intentando buscar las palabras adecuadas. – Cuando estaba en lo alto del edificio rodeado por todos esos soldados, algo dentro de mí me animó a saltar. Yo ni siquiera sabía que había unas vigas colgando que me permitirían llegar hasta el otro edificio, pero por alguna razón lo supuse y salté.
- ¿Algo más?
- Hubo un momento en el que todo el ruido desapareció. Solo oía lo que yo quería oír: la respiración de mi perseguidor – digo, sorprendido de mis propias palabras. – Pero hay algo más. Algo que ya me ha ocurrido más veces.
- ¿Qué es?
- Cuando necesito huir en situaciones extremas, atacar o lo que yo quiera, el tiempo pasa más lentamente. Todo se mueve más despacio, dejándome la oportunidad para pensar y reaccionar.
- Wow… – exclama. – Sin duda has entrado en la Fase 2.
- Pero ¿por qué ahora? Nunca antes había experimentado nada igual.
- Para que las habilidades de la Fase 2 se activen primero hay que dominar las de la Fase 1.
- Pues algo falla, porque yo todavía no domino la Fase 1.
- Eso es lo que tú crees, pero yo no opino lo mismo – me sonríe. – Quizá te quede pulir un poco la técnica, pero ahora mismo eres un héroe en Shat.
Sigo conduciendo sin hacer ninguna otra pregunta. Debemos parar a descansar. Estoy agotado y no conseguiré aguantar el resto del trayecto. Los caminos son oscuros y las luces de la camioneta no iluminan lo suficiente, por lo que lo mejor será esperar hasta que amanezca.
Me detengo cerca de un pequeño lago. No parece ser el lugar idóneo, pero cuál lo es. Al menos aquí me siento a gusto, sintiendo el aire fresco y viendo el reflejo de la luna llena en el agua.
- Pasaremos aquí la noche – le digo a Alicia, apagando el motor del vehículo.
- Bien. Ha sido un día duro para ti. Yo montaré el campamento.
- Solo déjame darme un baño para relajarme un poco.
- Como quieras.
Me alejo andando, con la mirada fija en el suelo. Me encuentro apagado, pensativo, triste a pesar de que he conseguido salir con vida. Hay algo que me atormenta, que me recorre la cabeza cada vez que lo pienso. Solo veo la muerte del soldado al que lancé el muro de ladrillos una y otra vez, junto a los disparos que realicé contra otro de sus compañeros. Me siento culpable. Querían matarme, ¿pero a caso eso justifica lo que hice? No lo sé. Ya no hay vuelta atrás así que mejor no pensar en ello.
Me quito la ropa y entro despacio en el agua fría del lago. Dejo que mi cuerpo flote, cerrando los ojos para acabar con toda esta pesadilla. Sin embargo, el sueño continúa.
Puedo moverme a mi antojo. Es como si el tiempo se hubiese congelado, dejándome hacer lo que quiera. Revivo de nuevo cada salto que di hace unos minutos, cada voltereta. Pero ocurre algo extraño. Soy capaz de salir de mi propio cuerpo, de volar por toda la habitación, pudiendo ver todo desde el ángulo que yo quiera. ¿Es esto la Fase 2? Debe ser. Todo es tan nítido y real. No hay nada que sea fruto de mi imaginación.
Solo cuando abro los ojos soy capaz de volver en mí. Por alguna razón no estoy asustado. Es como si ya lo asumiera, como si todo esto no fuese nuevo. Realmente no es tan impactante cuando recibes una explicación. Aun así es inesperado. ¿Qué más podré hacer con la Fase 2? Mi madre sabrá algo, pero al que realmente deseo ver ahora es a mi padre.
Salgo del agua, secándome con una toalla que cogí de la camioneta. Me visto de nuevo, antes de caminar hacia la luz de la hoguera que Alicia acaba de encender.
- ¿Qué habilidades me otorga la Fase 2? – pregunto, sentándome a su lado. Ella sonríe, ofreciéndome un trozo de carne para comer.
- No lo sé todo sobre ti ¿sabes? – dice. - ¿Cuánto tiempo llevo participando en las misiones de La Revolución? ¿Dos, quizá tres años? Solo conozco una pequeña parte de ti. Desde el momento en el que me aceptaron todo el mundo me habló de un Elegido. Decían que algún día llegarías, que nos ayudarías a salir de esta. La gente estaba convencida de ello, pero yo no me lo acababa de creer.
- Ni si quiera yo me lo creo ahora.
- El caso es que me involucré en investigarte. Ayudé en tu vigilancia, hasta que al final me  di cuenta de todo – susurra, acercándose a mí, mirándome a los ojos. – Eres capaz de arriesgar tu vida simplemente por conseguir dinero para la medicina de tu hermana. No tienes miedo a proteger a Jennifer con tu cuerpo, aunque eso signifique prácticamente la muerte.
- No pienso en lo que hago. Solo actúo. Eso es algo que puede costarle la vida a muchas personas si encabezo una rebelión.
- ¡No! Eso es bueno. Es algo que nadie puede darte, algo que muy pocas personas tienen. Eres especial, al menos para mí.
Veo como su rostro se acerca cada vez más al mío, mientras que cierra los ojos. Su mano me agarra suavemente del cuello, acariciándome el pelo, hasta que sus labios besan los míos. No pasa más de un segundo hasta que me separo de ella, poniendo entre medias la tarjeta con la información que conseguí extraer de los servidores.
¿Qué acabo de hacer? Tengo miedo. No es como cuando estaba en el edificio, huyendo de los disparos, pero tengo miedo por algo. El mínimo instante que mis labios han rozado los suyos ha sido algo nuevo, distinto de cualquier otra cosa, y me ha gustado, pero es como si no quisiera volverlo a hacer. Alicia es alguien muy importante para mí. Ella ha sido la que me ha ayudado a adaptarme a todo esto, pero no puedo hacerlo, al menos por ahora.
- ¿Qué hay aquí dentro? – digo, tratando de romper el incómodo silencio.
- Oh… – suspira avergonzada. – No lo sé.
- Era tu misión. Alicia, sé que lo sabes.
- No nos desvelan nunca el motivo de nuestras misiones. Debe ser para averiguar los puntos débiles del Gobierno.
- Todos los datos que se copiaron tenían en común algo llamado Zona 0. ¿Qué sabes de eso?
- Nada. Es solo un mito. Una Zona secreta. Se supone se construyó antes de la Gran Guerra. Nadie conoce su paradero, pero tampoco si realmente existe. Algunos dicen que está bajo tierra, otros que escondida en una montaña.
- ¿Puedes hacer una copia de la tarjeta?
- Sí, pero ¿para qué?
- No estoy seguro. Hay algo que no encaja.
Solo asiente y saca el ordenador de la parte trasera de la camioneta. Conecta la tarjeta y hace una copia exacta de la misma. Nunca nadie podría ver la diferencia. Solo quiero asegurarme de tener los datos en mi poder si algo ocurre, nada más.
Terminamos de cenar y ella se acuesta cerca de la hoguera, apoyando su cabeza entre sus manos, encogiéndose para tratar de darse calor a si misma. Hace frío y no hay más que una gran manta con la que poder resguardarnos. Yo puedo aguantar bien, pero no sé si Alicia podrá.
Me acerco a ella y cubro su cuerpo con el grueso mantón de lana, para luego dirigirme al otro lado de la hoguera, separándome de ella. No me siento cómodo en este momento, pero supongo que es lo mejor después de todo. No creo que quiera estar conmigo. Ni si quiera querrá escuchar mi voz.
- ¿Tú no tienes frío? – me pregunta.
- Estoy bien.
Pero antes de que pueda detenerla, se levanta, acercándose a mí para luego tumbarse a mi lado, arropándome con la manta.
- Esto es lo suficientemente grande como para protegernos a los dos del frío.
- Gracias.
- No hay de qué. Después de todo tú me has salvado la vida – dice, apoyando su cabeza en mi pecho. - ¿Dónde aprendiste a conducir?
- Fabriqué un pequeño coche hace ya unos años con ayuda de Jennifer y mi hermana. Siempre me han gustado los coches y creo que todo viene de ahí. Aunque tampoco se me da muy bien.
- Eres muy modesto ¿lo sabías? Ya me lo advirtió Jenn.
- ¿A sí? Creía que no hablabas mucho con Jennifer.
- Pues creías mal. Siempre me está hablando de ti, de tus hazañas y tus locuras. Es como una gran admiradora. Cuando me cuenta todas tus historias siempre lo hace con un brillo especial en los ojos, con un tono de voz que en ningún otro momento saca.
- Siento que la he involucrado en algo que es demasiado grande para ella. He puesto su vida en peligro.
- Te equivocas otra vez. Le has dado una nueva oportunidad a su vida. Ella se siente a gusto aquí. La has salvado.
- No opino lo mismo.
- Sigues equivocado – asegura, haciéndome callar. – Duerme. Mañana por la mañana llegaremos a Shat.
Se acomoda, cerrando los ojos. Noto como su respiración se ralentiza, hasta que finalmente acaba durmiéndose. A pesar de mi cansancio, yo no puedo cerrar los ojos. Miro al infinito, al mar de estrellas que inundan el cielo, recordando esos momento en la Zona 5 junto a mi amiga y mi hermana. Al menos ella debe estar bien.
- Dentro de poco iré a buscarte, Debby. Volveremos a estar juntos, te lo prometo – susurro.
Cuando termino esa última frase, mis ojos se cierra, dando a mi cuerpo el descanso que tanto necesita.

La camioneta tiembla en cuanto entramos en el camino de piedras que conecta con Shat. Poco a poco la estrecha carretera empieza a llenarse de gente, hasta que se hace casi imposible circular por aquí. Todos aplauden y me sonríen sin parar. Me mandan mensajes de animo y apoyo, gritando mi nombre una y otra vez. ¿Es cierto lo que dijo Alicia? ¿Soy un héroe ahora? Solo he completado la misión que mi compañera no pudo en su momento. No soy ningún héroe. Pero los demás no opinan lo mismo.
En cuanto pongo un pie fuera del coche, se alza un rugido de ánimo que me saca una extraña sonrisa. No sé por qué, pero me gusta. Me siento apoyado, querido como nunca antes. Realmente parece que me necesiten.
No puedo quitar de mi rostro la mueca que se dibuja. Ni si quiera cuando el Líder se abre paso entre la gente hasta ponerse delante de mí.
- Bien, Guillermo. Has demostrado lo que todos esperábamos ver. Felicidades – dice él. – Realmente tienes las habilidades que tu padre te otorgó, y no solo eso, sino que también has conseguido llegar a la Fase 2.
De nuevo todas las personas que me rodean comienzan a gritar, dándome pequeñas palmadas en la espalda. Incluso el Líder me aplaude.
- Ahora eres incluso más conocido que antes en todo el mundo. Has vuelto a burlarte del Gobierno, entrando en el mismo lugar donde pusiste la bomba, colándote en su sistema de seguridad y extrayendo datos vitales para que la sublevación pueda prepararse – continúa. – Las televisiones han grabado todo, difundiendo por todas las Zonas las imágenes del chico que siempre consigue escapar. Ni si quiera sus soldados pudieron hacer nada.
- Me ayudaron – digo yo.
- Lo sé, y lo tendré en cuenta – mira a Alicia. – Pero ahora debes descansar. Tus entrenamientos aun no han terminado. Debes poder controlar todas tus habilidades para lograr pasar la Iniciación.
- ¿Y cuándo será eso? Mi hermana no tiene mucho más dinero para sus medicinas. Dentro de poco se le acabará.
- La semana que viene. Queremos sorprender al Gobierno con un nuevo ataque a la Zona 5 ahora que están más débiles que nunca.
- ¿Entonces Jennifer está preparada?
- Eso creemos. Ha estado entrenando muy duro todas las noches con James. Puede formar parte del equipo – dice, cogiéndome suavemente del hombro y guiándome fuera del tumulto de gente. – Pero antes debes cumplir con tus obligaciones – extiende la palma de la mano, esperando a que le dé algo.
Busco por mis bolsillos, tratando de dar con la tarjeta. Cuando la encuentro, realmente no sé si es la copia que hizo Alicia o la original, aunque tampoco se nota la diferencia. El Líder la mira con una sonrisa, como si llevase esperando una vida los datos que hay dentro. Incluso noto como su mano se acerca a la mía cuando amago con darle los datos. Es un comportamiento un poco extraño, sin embargo no me paro a pensar por qué.
- Yo he cumplido con mi parte. Ahora quiero que cumpláis la vuestra – digo sin soltar la tarjeta.
- Tranquilo, así será.
Poco a poco la gente comienza a dispersarse, hasta que me quedo solo al lado de la camioneta. Alicia se despidió de mí, pero yo no me di cuenta. No sé a dónde ha ido, aunque ahora necesito comer algo y descansar un poco.
Abro la puerta de mi cueva y, como siempre, encuentro un plato de comida caliente encima de la mesa. Trago sin saborear el trozo de cordero asado, atragantándome más de una vez por no masticar bien. Hacía mucho tiempo que no comía nada igual, y supongo que hoy es un día especial. Ni si quiera yo soy capaz de asimilar lo que ha pasado hace unas horas. He sobrevivido a todo un ejercito de soldados, llegando a burlarme de ellos. Quizá el Gobierno no se esperaba mi actuación, pero realmente parecía lo contrario. Y después está el tema de la Fase 2. Al parecer todo el mundo lo sabía. No me quisieron decir nada para no asustarme más, sin embargo debieron hacerlo.
Me acuesto en mi cama, sin quitarme la ropa sucia y llena del polvo de los edificios por los que he estado arrastrándome. Estoy cansado. Dormir sobre la piedra me ha agotado más aun. Dejo que todo mi cuerpo se relaje, intentando en vano conciliar el sueño. Se oyen ruidos en el piso de arriba. Debe ser Jennifer. No ha venido a recibirme, aunque tampoco la culpo. Debería subir a visitarla después de todo. Quizá más tarde. Ahora quiero cerrar los ojos y desconectar.

Me ha vuelto a ocurrir. Otra vez uno de esos extraños sueños de los que no podía escapar. He vuelto revivir una de mis antiguas misiones en la Zona 5. Todo estaba en su sitio, tal y como yo lo recordaba, pero me podía mover, tocar las cosas y parar el tiempo para después reiniciarlo. Esto es muy extraño. Cada vez me ocurre con más frecuencia.
Me levanto y me dirijo hacia el cuarto de baño. Con la poca agua que queda en el cubo trato de lavarme la cara y así conseguir despertar del todo. Se ha hecho de noche. No sé qué hora será, pero por la posición de la luna diría que ha pasado ya la una de la madrugada. ¿Qué hago ahora? Cuando me despierto en medio de la noche no hay nada que me haga volver a dormir. Un paseo; eso será lo mejor. Al menos así conseguiré pensar un rato en esto que me ocurre. Cojo del armario una sudadera para protegerme del frío, me ajusto los zapatos y salgo por la puerta, tratando de no hacer ruido cuando la cierro.
Los senderos están vacíos. No hay nadie por los caminos. Con todo, las farolas siguen encendidas y sí parece haber soldados de La Revolución encima de los tejados, vigilando los alrededores. Sé que me han visto, sin embargo no tratan de hacerme volver a mi cueva. No debe importarles. De todos modos no he sido avisado de ninguna norma que me prohíba estar aquí a estas horas.
Me adentro en el bosque, caminando hacia el lugar de entrenamientos o hacia el acantilado donde hablé con mi madre, no lo sé. No hace mucho frío a pesar de todo. Estoy a gusto con la sudadera puesta, pero si acelero el paso y entro en calor la prenda sobra.
Me encuentro rodeado por la oscuridad, por árboles que se mueven por el viento de manera siniestra. Por alguna razón me dan seguridad. No llevo en este lugar mucho tiempo, pero ha sido el suficiente como para adaptarme a todo esto.
De repente oigo un ruido. Suena como metal chocando. Debe haber alguien en el campo de entrenamientos.
Me acerco despacio, escondiéndome detrás de los troncos de los árboles. En medio del campo de obstáculos luchan dos personas con afiladas katanas. Se mueven con mucha agilidad, esquivando los golpes y utilizando los bloques para realizar complicados movimientos. Se producen chispas cada vez que los filos de sus armas chocan con dureza, dejando una imagen increíble del espectáculo.
A medida que me acerco distingo los rostros de los dos contrincantes. Son Jennifer y James. Deben estar entrenando, como todas las noches. Jamás imaginé que mi amiga hubiese alcanzado un nivel tan alto en tan poco tiempo, pero ahora lo veo con mis propios ojos. He entrenado con ella cada día, sin embargo hasta este momento no me había percatado de su nivel. Quizá James le haya ayudado, pero sigue siendo la primera noche que están juntos. Se mueve con mucha agilidad. De verdad se lo estaba tomando en serio. Quizá todo esto si haya sido algo bueno para Jennifer, como dijo Alicia.
Trepo a lo más alto de uno de los árboles, viendo desde la distancia el entrenamiento. Cada vez que se detienen hablan entre ellos, riendo para luego volver a comenzar. En ocasiones me siento incómodo aquí arriba, escuchando su conversación, los consejos que James le da para mejorar sus pasos, pero tampoco quiero irme. Después de media hora más de duro trabajo, él por fin se despide de ella.
- Sigues mejorando – sonríe James.
- Gracias a ti – dice ella, intentando recuperar el aliento. – Dentro de poco será nuestra Iniciación.
- Si, eso parece. Escucha, voy al lago a darme un baño. ¿Vienes?
- No. Creo que me voy a quedar aquí un poco más.
- Como quieras – se encoge de hombros. Se acerca a ella y la abraza antes de pasar por el árbol al que estoy subido y desaparecer en la oscuridad.
Jennifer se acerca a una pequeña plataforma, cogiendo unos cuantos cuchillos arrojadizos que comienza a lanzar a una diana, unos metros más allá. Acierta todas las veces, no siempre consiguiendo alcanzar el centro, pero al menos es capaz de apuntar bien.
- ¿Estás segura de que no tienes las habilidades del Proyecto 2 tú también? – digo yo.
Ella se asusta, lanzando por acto reflejo uno de sus cuchillos contra mí. Este se clava con fuerza en la rama en la que estoy apoyado, hundiéndose en la madera. Solo lo arranco como puedo antes de saltar al suelo y dirigirme hacia ella.
- Ten – se lo extiendo. – Buen lanzamiento.
- Guille – dice sorprendida. - ¿Cuánto tiempo llevas ahí arriba?
- Quizá demasiado. Aunque yo creo que el suficiente como para ver que sí estás preparada para la Iniciación.
- Todavía no soy muy buena. Tengo que mejorar.
- Bueno…queda una semana todavía. Tienes tiempo. Y parece que James sabe ayudarte.
- Él siempre está dispuesto a ayudarme cuando se lo pido.
- Sí…supongo que después de todo lo que ha ocurrido yo no he podido estar a tu lado.
- No digas tonterías. Ahora eres un héroe. Ellos te necesitan más que yo.
- No me siento muy especial ahora.
- Me salvaste la vida…
- Después de ponerla en peligro – la interrumpo.
- Y acabas de salvársela a Alicia. Y también has conseguido los datos que tanto necesitan. Todo el mundo lo ha visto por la televisión.
- Pero se la he quitado a un soldado.
- Nadie en este lugar te va a juzgar por ello, Guillermo.
- Lo sé, pero yo sí lo haré – digo, agachando la cabeza, sentándome en el suelo.
- Todo va a salir bien. Ya lo verás. Solo tienes que darte una oportunidad a ti mismo – me susurra ella, rodeándome con su brazo. – Ven. Sé de algo que te animará.
Me obliga a levantarme, haciéndome correr por uno de los senderos del bosque. El camino parece igual que todos los demás por la falta de luz, sin embargo sé que nunca antes había estado por aquí. Poco a poco la masa de árboles se va abriendo hasta formar a nuestro alrededor un enorme claro, en cuyo centro descansa un grueso y alto pino.
A simple vista no parece nada especial, pero cuando me fijo bien puedo distinguir una construcción de madera en lo más alto. Es parecida a cualquiera de las que hay en el centro de Shat. Se ve sólida y moderna, pero también descuidada. A pesar de todo tiene algo que la diferencia de las demás. Quizá sea el lugar donde se encuentra, o tal vez la privacidad.
- Vamos, sube – me dice Jennifer en cuanto nos acercamos al tronco del viejo pino.
- ¿Y las escaleras? – pregunto.
- No tiene. Este lugar se ideó solo para soldados de La Revolución. Si quieres subir debes demostrar que posees lo necesario.
Ella empieza a trepar. Sube a gran velocidad, muy rápido. Tan rápido como jamás la había visto. Parece hacerlo con soltura, como si llevase años haciéndolo. No parece tambalearse cuando salta de una rama a otra, ni resbalarse cuando apoya sus pies en la resbaladiza corteza del árbol. Yo la sigo por detrás, haciendo lo mismo que ella hace, hasta que alcanzo el suelo de madera de la casa.
El lugar parece llevar años abandonado. La luz de la luna genera tétricas sombras que se adentran por los cristales rotos de las ventanas. Las enredaderas trepan por las paredes, inundando también el suelo con sus hojas. Todo está sucio, lleno de polvo y viejos cachivaches inútiles, pero sigue pareciéndome un lugar distinto y especial.
Jennifer abre la puerta, guiándome por el interior. Me hace sentarme en un enorme cojín, inclinándome lo suficiente como para ver el techo de la habitación.
- ¿Qué es este lugar? – pregunto.
- Un antiguo observatorio – responde. – Es un puesto de vigilancia. Desde aquí podían ver si alguien del Gobierno se acercaba por los caminos. Ahora tienen radares e inhibidores que impiden que alguien los encuentre.
- ¿Cómo sabes tú todo eso?
- Me lo contó James.
- ¿Él te enseñó esto?
- Si. Pero no hemos venido a eso.
Se acerca a una pequeña polea que hay pegada a la pared. Tira con suavidad de la cuerda, activando el mecanismo que poco a poco abre el techo del lugar, dejando ver un enorme cielo estrellado.
- ¿Te acuerdas de nuestras noches en el tejado de tu casa? – dice ella, sentándose a mi lado.
- Si, claro.
- Pensé que podríamos recordar viejos tiempos.
- No son tan viejos. Hace dos semanas estábamos haciendo lo mismo.
- Tienes razón, pero me han parecido siglos. Se me hace extraño no ver a Debby todos los días.
- Si. Ella siempre trataba de ver el lado positivo de las cosas. Espero que lo esté haciendo ahora mismo.
- Pit cuida de ella. No debes preocuparte.
- Lo sé. Es solo que…el Líder, Pit, Alicia, James…no sé en quién confiar y en quién no.
- Nosotros estamos juntos. Ya lo sabes. Pronto será nuestra Iniciación y podremos acabar con esto.

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